Charlize y su lombriz....
Pues como se figurará quien amablemente lee estas líneas, nosotras vivimos en el veterinario. Cabe aclarar que ni por nuestra salud nos preocupamos. Ahhhh!!! Pero no vaya a estornudar alguno de los peludos, porque enseguida corremos a que lo ausculten (como si fuera muy agradable para ellos el tener el termómetro rectal).
Durante una de nuestras tantas excursiones al consultorio veterinario, María José, la asistente, le dijo a Lida: "Tengo una gatita especialmente para tí, que ni la he sacado para mostrar porque sé que tú te la vas a llevar", y nos muestra una hermosa bolita color gris de apenas dos meses. Pues, ¿qué creen? María José tenía razón... nos la quedamos.
Ni tardas ni perezosas pedimos que la desparasiten y la vacunen y alegremente nos dirigimos a casa con nuestra hermosa adquisición. Sin embargo, a medio camino a la gatita le dio un ataque de chorrillo, dejándonos la para nada agradable tarea de limpiar los asientos del auto.
Un par de días después, Lida notó que la gatita estaba pasando unas lombrices horribles y que además andaba decaída. Pero nos asustamos mucho al ver que la nenita estaba tirada y sin probar bocado, además de que sentíamos que tenía temperatura. Nos llenó de tristeza el saber que estaba llena de parásitos (protozoarios, nos dijeron) y que debía quedarse internada para darle tratamiento.
Y esa no fue la única ocasión que Charlize se quedó internada en la veterinaria, ya que tuvo una recaída. Nos aconsejaron que tuviéramos mucho cuidado con ella debido a que podía ser candidata a contraer incluso sida felino.
Ya se le notaba mucho mejor a la grisácea cuando tuvimos que ir a Cancún en plan de trabajo. Para poder pernoctar una noche en la paradisíaca costa caribeña tuvimos que pedirle a nuestra buena amiga Gaby Salazar que se diera una vuelta por la casa para alimentar a los peludos.
Estando ya a la espera de poder regresar a casita noté que me picaba mucho una zona de un brazo, en donde al parecer me había picado algún insecto raro. La picazón era terrible! Cuando al fin pudimos estar en nuestro sacrosanto hogar, noté que la rusa tenía una costrita en la cabeza. ¡Horror! En pocas horas se le aparecieron más "yayáes" a la gata. El veredicto: hongos.
Y yo, seguía con mi rasquera y además ya presentaba más picaduras, que al rascarlas, se convertían en llagas. El dermatólogo (y hasta mi propio hermano) dijeron que era impétigo (algo que les da a los niños ¿?). Pero los medicamentos no funcionaron.
¿En qué acabó todo? En que el veterinario nos recetó lo mismo que a Charlize: alcohol yodado al 2% Tadá!!
Hoy en día, Charlize no ha presentado ningún otro achaque y nuestra rusa es una hermosa y rolliza gatuna que le encanta orinarse en todas partes.
lunes, junio 05, 2006
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