Siempre que voy al volante tengo mucho cuidado cuando avisto a algún perro o gato que pudiera cruzarse en mi camino.
Una mañana que teníamos coche, al doblar sobre la avenida me llamó la atención un pequeño gatito aparragado junto al camellón. A pesar de que iba yo a estorbar el tráfico puse mis intermitentes y Lida bajó a buscar al animalito, el cual arrancó a correr y cruzó la calle adentrándose en una casa. Casi, casi nos provoca un paro cardíaco ya que milagrosamente logró escapar del horrible tráfico mañanero. Viendo que se encontraba a salvo en esa terraza, nosotras continuamos nuestro camino.
Esa misma tarde, después des nuestro riguros medio día de trabajo, le comenté a Lida mi preocupación por aquel gatito y le sugerí que fuera a echar un vistazo. A los pocos minutos regresó y me pidió que fuera con ella porque el misho seguía ahí y no podía alcanzarlo.
Al parecer en ese momento no se encontraba nadie en la casa y la reja era alta y tenía un candado. Ayudé a Lida a escalar la reja y ella brincó en pos del animalito. Cabe mencionar que, estando en plena avenida, era evidente que llamamos un poco la atención.
Regresamos a casa con el pequeño en brazos. Era una pequeña bola de pelos todo asustado y deshidratado. A pesar de que parecía tener unos 2 meses, el gatito no sabía beber del plato y tuvimos que alimentarlo y darle agua con una jeringa.
Se me ocurrió llamarlo Boris.
Pero resulta que el pequeño Boris estaba lleno de pulgas. Por más que Lida recurría a unas pinzas, las mentecatas no se acababan. Afortunadamente, el Dr. Irwing nos autorizó ponerle Frontline para acabar con el problema.
Boris no sólo fue uno de los gatitos más traviesos y terribles, sino que ha crecido mucho; creo que es el más grande de todos nuestros hijos.
Yo lo apodé "El Puguín" (porque tiene "puga" y cuando sea grande va a ser un "Pugón").
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