Carmela tenía pocos días de haber llegado a casa y un miércoles quisimos invitar a nuestros buenos amigos gringos, los Kuhn, a degustar un rico puchero en casa de mamá Lida.
Después de un suculento y opíparo almuerzo, las señoras de la casa presumían de sus sembrados con doña Debi, quien es jardinera-adicta también, cuando descubrí la "Lida-mirada". Muy similar a las caras que ponen los gatos cuando prestan atención a algo, Lida buscaba el origen de un lejano maullar. "¿Gatito?", le pregunté. "Sí... shhhhh".
Yo no sé cómo con tremendo botaxix fue capaz de encaramarse en el protector de una ventana y de ahí brincar al techo. Pero desde ahí logró descubrir dónde lloraba el gato. Los maullidos llegaban de la casa de al lado. Yo le sugerí que bajara y que fuera a preguntar. Afortunadamente caso me hizo y la señora de la casa le comentó que los niños habían encontrado al animalito, pero que si lo quería se lo podía llevar porque ella no estaba interesada en quedárselo.
Aquí con tía Debi, tomando un bocado
Los niños le dijeron a Lida que era niña y que se llamaba Ágatha Ruiz De La Prada. Nos pareció gracioso el nombre pero quedamos en llamarla sólo Ágatha.
Lamentablemente hubo que cambiarle el nombre. Resultó ser un neno, así que por asociación de nombres y por gustar ambas de los relatos de la señora Christie, le pusimos Poirot. El nombre le quedó al pelo porque sus bigotes blancos resaltan con el negro de su pelaje.
Poirot es un gatito muy simpático y de andar gracioso, pero fiel a mi costumbre de apodar a mis seres queridos, al nuevo adorador del Growth le puse el mote de "Periquín".
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